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Chichicastenango forma parte de las principales rutas turísticas del país, ya que en este lugar se pueden admirar las diferentes tradiciones y muestras culturales, la fe religiosa de los indígenas quichés y sus ceremonias en sitios especiales, donde se realizan ofrendas y peticiones invocando a Dios, Jesucristo, Santos de la Iglesia Católica, espíritus de los antepasados. Los sacerdotes mayas efectúan sus ceremonias basados en el calendario maya y guiados por la “Santa Vara” que consiste en 200 granos del árbol de pito o tzité (Bunzel, 1981).

En un principio durante la evangelización de los grupos indígenas la Iglesia y el Estado eran un solo poder. La Iglesia católica era una institución importante para la estructura social y en la vida individual. La Iglesia parroquial fue construida por primera vez a mediados del siglo XVI y posteriormente renovada y ampliada por los sacerdotes dominicos. El interior de la iglesia aún está dividido en varias partes y cada una de ellas se utiliza para realizar ofrendas a determinados Santos y espíritus. También se practican ceremonias en sitios donde se encuentran algunos ídolos de piedra, por ejemplo en el cerro Turkaj o Pascual Abaj.

 

La unión de la Iglesia y el Estado que constituía un principio fundamental del gobierno quiché se logró a través de las cofradías. En comparación con las cofradías españolas donde la agrupación era voluntaria, las cofradías indígenas se instituyeron como un “trabajo de servicio”, el ser miembro está limitado, los oficios son llenados por nombramiento directo y existe una jerarquía de cargos. Las cofradías indígenas eran más bien un servicio obligatorio y de relación con el poder político. En Chichicastenango existen catorce cofradías, cada una de las cuales cuenta con la imagen de un santo que se guarda en un altar en el domicilio del mayordomo de más alta jerarquía, las personas involucradas son responsables de los cuidados que sean necesarios y de llevar al santo a la iglesia durante las fiestas. Incluso la casa donde es atendido el santo tiene una configuración especial (Bunzel, 1981) ya que al considerársela un sitio ceremonial durante el año en que permanezca allí, debe contar con espacio suficiente para albergar a las personas que lleguen a venerarlo.

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